domingo, 17 de agosto de 2014

Las ermitas de Lanzarote afectadas por las erupciones del siglo XVIII

Introducción

Desde la segunda mitad del siglo XVII, la zona central de la isla de Lanzarote había experimentado un importante crecimiento gracias al comercio agrícola, pues Lanzarote, como Fuerteventura, abastecían de cereales a las otras islas del archipiélago, como Gran Canaria, Tenerife o La Palma, cuyos terrenos estaban dedicados a otro tipo de explotaciones. Esta función de granero de Canarias provocó el desarrollo de pagos como El Rodeo, Chimanfaya, Santa Catalina o Tíngafa, territorios dotados de ricas vegas agrícolas, donde se asientan algunos de los propietarios más adinerados de la isla.

Precisamente este espacio central fue el más afectado por las erupciones del siglo XVIII. Así, el largo proceso eruptivo, comenzado el 1 de septiembre de 1730 y finalizado en abril de 1735 (según los últimos estudios), cubrió de lavas y piroclastos un territorio de casi 200 km², sepultando, de este modo, algunas de las vegas más fértiles y de los núcleos poblacionales más prósperos del momento. Aunque no hubo que lamentar víctimas humanas (parece que únicamente falleció una persona), lo cierto es que las consecuencias, en un primer momento, fueron catastróficas, pues al pánico generado hay que añadirle la destrucción no sólo de los terrenos de cultivo, sino de infraestructuras tan importantes para la supervivencia como las maretas, fuentes, aljibes, cillas, pajeros, tahonas, corrales o viviendas. Otra tipología arquitectónica que se vio afectada por la furia del volcán fueron las ermitas, de las cuales nos vamos a ocupar, someramente, en este trabajo.  

Mapa de alguno de los núcleos poblacionales de la zona central de
la isla antes de las erupciones. Tomado del libro Lanzarote bajo el volcán

Todo este espacio afectado por las erupciones del siglo XVIII ha sido ampliamente estudiado por José de León Hernández en su tesis Lanzarote bajo el volcán, de la cual está extraída la mayor parte de la información de este trabajo. 

1) Ermita de Santa Catalina

Según las investigaciones realizadas, la aldea de Santa Catalina existía desde comienzos del siglo XVII, aunque probablemente también hubo con anterioridad un asentamiento majo en la zona, a juzgar por el material encontrado y por la existencia del topónimo Taogauso. En el momento de las erupciones, era uno de los pueblos más importantes de la isla, dotado de ricos terrenos de cultivo, siendo el lugar de residencia de algunos de los personajes más poderosos de Lanzarote.

Su ubicación exacta es difícil de determinar, pues la zona en que se encontraba fue afectada por algunos de los volcanes más violentos de las erupciones. De hecho, su destrucción fue sumamente rápida e inesperada, debido a un cambio repentino de la dirección de las lavas en los primeros días de las erupciones. A pesar de ello, suele ubicarse en el área cercana a la montaña conocida como Montaña de Santa Catalina, si bien la tradición popular la sitúa un poco más hacia el sur.

En el centro de la fotografía vemos, cubierta de rofe, la montaña de
Santa Catalina, en cuyos alrededores estaría la aldea del mismo nombre
En cuanto a su ermita,  ya estaba construida a mediados del siglo XVII y, a comienzos de la centuria siguiente, era de las más importantes de la región, como se deduce del hecho de que compitiese con la ermita de Los Remedios de Yaiza por conseguir la tercera ayuda de parroquia (en ese momento sólo existían las de Teguise y Haría), título que finalmente adquirió la segunda. Junto a ella existían aljibes y eras, lo que refuerza su relevancia.

Aunque no sabemos el aspecto que pudo tener, lo cierto es que se trata de la ermita con mayor peso y tradición en la memoria colectiva de Lanzarote, existiendo leyendas relacionadas con ella. Así, según algunos mayores, una de las puertas de la ermita de San Roque de Tinajo y las vigas de una vivienda en Yaiza (ya destruida), habrían sido rescatadas de la ermita de Santa Catalina y arrastradas por camellos. Otra leyenda afirma que el pueblo de Los Valles (cuya advocación es a Santa Catalina) fue fundado por las gentes huidas de esta aldea, aunque el pueblo ya existía desde mucho antes de las erupciones. Por otro lado, numerosos vecinos de La Geria afirman haber visto los restos de la ermita entre el malpaís existente en la zona conocida como Las Peñas de Santa Catalina, sin que, por el momento, los arqueólogos hayan encontrado nada.

La Peña de Santa Catalina, en cuyas inmediaciones, según la
tradición popular, se encontraría la ermita de Santa Catalina

Quizá el peso económico que ostentó el pueblo de Santa Catalina, así como su rápida e inesperada desaparición, hayan contribuido a su permanencia en la tradición oral.

2) Ermita de San Juan Evangelista

Se encontraba en la aldea de Buen Lugar, un núcleo de ricas vegas cerealísticas, casi con toda seguridad ubicado en el lugar donde hoy se encuentra el conjunto formado por El Señalo y Pico Partido. Tenía una estrecha relación con otras aldeas de la zona, como Maretas, Tíngafa o El Miradero. Al igual que el de Santa Catalina, este pago desapareció de manera rápida y violenta.
Bajo el conjunto del volcán del Señalo y Pico Partido
se estima que se encontraría la aldea de Buen Lugar

La ermita de San Juan Evangelista fue construida en 1625, promovida por Juan Gutiérrez Núñez (fundador de la aldea), probablemente sobre alguna montaña que quedaría tapada por el volcán. Existía en este pueblo y los de alrededor una gran devoción hacia San Juan, lo que contribuyó a que los vecinos más adinerados la dotaran de numeroso material, como señalan los documentos.

Todo apunta a que fue destruida entre los meses de febrero y marzo de 1731. Aunque no ha pasado a la memoria colectiva como la de Santa Catalina, se conoce una leyenda asociada a ella, según la cual la imagen de San Juan habría sido rescatada del volcán y depositada en la ermita de San Rafael de Teguise, de donde no podía salir hasta que se construyera la primera ermita bajo su misma advocación, siendo ésta la de Soo, lugar hacia donde habría sido llevada en solemne procesión a través del jable.

3) Ermita de Candelaria

El pago y cortijo de Candelaria estaban situados al sur de Tizalaya, en los alrededores de donde habría estado el barranco de Tomaren y donde hoy se encuentra la Cueva de Las Palomas. Se trataba, como los núcleos anteriores, de una aldea de gran riqueza e importancia no sólo agrícola y económica, sino también estratégica, al estar situada en un cruce de caminos que atravesaban la zona central de la isla.

Cueva de las Palomas. En sus inmediaciones
habría estado ubicado el pago de Candelaria
Además de terrenos fértiles, fuentes y otras infraestructuras destacadas, contaba con una ermita dedicada a Nuestra Señora de Candelaria. Hasta hace pocos años, se daba por sentado que la ermita bajo esta advocación nombrada en los documentos estaba situada en el pueblo de Tías; sin embargo, gracias a la investigación de José de León, se sabe que en realidad esta ermita estaba en el pueblo de Candelaria, en la ubicación ya descrita, y que desapareció bajo las lavas del volcán. Será después de las erupciones, ante la destrucción de tantos núcleos poblaciones, cuando se cree el pueblo de Tías, con su iglesia dedicada a la Candelaria.

Estamos, por tanto, ante la tercera ermita que las erupciones del siglo XVIII hacen desaparecer bajo sus lavas. Probablemente construida en el siglo XVII, a su jurisdicción pertenecían algunos de los pueblos más importantes de la zona, como Chimanfaya, Mancha Blanca o Guágaro. De hecho, fue el primer lugar al que se dirigió la población a las pocas horas de iniciadas las erupciones, depositando frente a la ermita el grano rescatado de la cilla de Chimanfaya, e implorando a la virgen su mediación ante la catástrofe.

Aunque finalmente el culto asociado al volcán se derivó a la Virgen de Los Dolores, parece que continuó existiendo una fuerte devoción hacia La Candelaria en Tinajo, Tajaste y Mancha Blanca, como lo demuestra la existencia de una talla del escultor Fernando Estévez en la Iglesia de San Roque.

4) Ermita de la Caridad

El cortijo de La Geria poseía una de las vegas más ricas de la comarca centro-sur, al poseer suelos marrones altamente productivos, lo que generaba que la propiedad estuviera concentrada en pocas manos, vinculadas al grupo de poder insular y, especialmente, a la Iglesia, como el caso del Beneficiado Diego de Laguna, propietario también de otros ricos cortijos de la isla, como el de El Boyajo o San José.

Precisamente este poderoso personaje funda una ermita en honor a Nuestra Señora de la Caridad, en 1706, según algunas fuentes, o a mediados de la centuria anterior, según otras. El edificio sigue la tipología propia de las ermitas de Lanzarote, con una sola nave con sacristía en el lado de la Epístola; techumbre exterior a cuatro aguas e interior de par e hilera de madera; puerta con arco de medio punto, espadaña de un solo hueco con campana y cruz; y muro externo (barbacana), típico de la isla para proteger a los fieles del viento, pero con la originalidad de estar rematado por puntas de diamante, único ejemplo de Lanzarote.

Ermita de La Caridad
En el interior se conservan varias pinturas, destacando especialmente el cuadro de la Virgen de la Caridad, ubicado sobre el altar. Se trata de una magnífica obra de considerables dimensiones (260 x 233 cm), anónima, y presumiblemente realizada en los inicios del siglo XVIII. Representa a la Virgen, ataviada con un suntuoso atuendo, enmarcada dentro de un espacio ilusorio, a modo de hornacina, siendo coronada por ángeles, mientras lleva en brazos al Niño, que, mirando al espectador, bendice con la mano derecha mientras con la izquierda sostiene la bola del mundo. A sus pies, aparece la luna plateada con cabeza de querubín y, bajo ésta, una peana con una cartela donde puede leerse: Nr. Sra DE LA / CARIDAD. Tras haber estado sometida a un gran deterioro, el cuadro fue finalmente restaurado en 2011 por Sara Bosch. Según el investigador Carlos Rodríguez, tanto este lienzo como el de Nuestra Señora del Rosario de Yaiza estarían inspirados en la pintura de Nuesta Señora de los Remedios de la Catedral de La Laguna.
 
Cuadro de Nuestra Señora de la Caridad
Detalles ornamentales del traje de la Virgen
En la misma ermita encontramos un cuadro popular y anónimo representando a Santiago Matamoros y otra pintura, igualmente popular, dedicada a San Luis Rey de Francia.

Santiago Matamoros

San Luis Rey de Francia 


A diferencia de lo que ocurrió con las otras edificaciones, ésta no fue alcanzada por ninguna colada volcánica, sino por piroclastos (rofe) procedentes de la Caldera de Los Cuervos en los primeros días de erupción, que sepultaron por completo la ermita, la cual quedó, según palabras del obispo Dávila, tupida de arenas. Sin embargo, pudo retirarse todo el material que la cubría y por tanto recuperar la ermita, hecho que, según la tradición, fue considerado milagroso, por lo que Diego de Laguna donó un valioso cáliz de plata en acción de gracias.

Esta pequeña nao anclada sobre un negro océano, como la definió Agustín de la Hoz, puede visitarse cada 15 de agosto, día en que se abre al culto con la celebración de una misa. Desde aquí animamos a que conozcan esta ermita, única superviviente de las erupciones más devastadoras que ha sufrido la isla de Lanzarote.

Interior de la ermita de la Caridad de La Geria


FUENTES:
- DE LA HOZ, Agustín: Lanzarote. Obra escogida, Cabildo Insular de Lanzarote, 1944.
- DE LEÓN, José: Lanzarote bajo el volcán, Cabildo de Lanzarote, 2008.
—:"Territorio, recursos y patrimonio edificado destruidos por los volcanes del siglo XVIII en la isla de Lanzarote", XIII Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo de Gran Canaria, 2000.
—: "Breve síntesis de la historia de Lanzarote", Latitud 28º, 2004.
—: "La ermita de Nuestra Señora de Candelaria en la isla de Lanzarote antes de los volcanes del s. XVIII", XII Coloquio de Historia Canario-Americana,  Cabildo Insular de Gran Canaria, 1996.
- HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Reyes: "El patrimonio pictórico de Lanzarote hasta 1900", en Lanzarote y su patrimonio artístico, Cabildo de Lanzarote, 2014.